martes, 21 de junio de 2011

Intercambio.

Le regalé un anillo de compromiso, sin compromiso.
Le desbaraté el corazón.
No le regalé flores, mas sí un nexo de unión, acordes y letras.
Le reclamé sus dudas y sus miedos,
algunas complicidades esquivas
e infinitas concesiones.
No sé si alguna vez supo que no se puede elegir la verdad,
que ejercer la parte de dios que nos toca es insuficiente,
que estamos inmersos en laberintos inescrutables
sembrados de espejismos.
A cambio
me enseñó a manejar mis alas,
a sobrevivir despedidas,
a salpicar de tristeza cada imposible…
Aprendí confidencias, intensidades, sublimaciones.
Supe de templos, cercanías y descalabros,
de hilos que no se rompen,
de metáforas con prisa, de trámites imaginarios.
Quise perderme en su isla
y me encontré una piedra en la que,
hasta la extenuación,
inevitablemente,
tropezar

martes, 7 de junio de 2011

GRIS

La mujer de la maleta gris permanece sentada en una estación donde los trenes, hoy, no van a ninguna parte.
Un niño le regala con sus ojos una luna invisible que se atrinchera en su corazón indómito. Le hace una reverencia inventada para la ocasión.
Sin apenas esfuerzo lee su alma y sabe que está enferma de ausencia, que su garganta está seca. En lugar de preguntarle si paz de espíritu o guerra de amor le dice:
“Ve a sacar tu amor de paseo antes de que sea demasiado tarde”.
Y ella va y le hace caso, sumisa. Empieza a reconocer sus perfectas imperfecciones y a fijar prioridades…

Y le dice: “Anda, despierta tu sensibilidad atrofiada”.
Y ella va y deja que fluyan las dudas y las verdades a medias, incluso se permite alguna blasfemia agazapada entre plegarias.
Lo finito deja de interesarle de repente igual que la fangosa realidad de ayer. Y decide elevarse más allá de este banco de estación donde reposan tantos adioses y mentiras.

Recita el único poema suyo que recuerda y que un día la cautivó:
“ Si buscara poseerte… sobraría la intención
Si quisiera seguir sumida en tu hechizo
¿qué más podría ofrecerte, si carezco ya de lengua,
de piel, de tanto regalártela?”

Palabras…
Pero a la mujer de la maleta gris ya no le duelen sus delirios, incluso ha empezado a olvidar su nombre…

viernes, 3 de junio de 2011

Nociones

Yo veía un mar tranquilo, en su serenidad prohibida,

y tú el zozobrante ir y venir,

incesante,

de las olas.

Yo respiraba olor intenso a libertad, cadencia infinita de la nada.

Tú, salitre corrosivo.

Yo percibía figuras magníficas en el cielo, como un infante ciego,

Y, en cambio, a ti no te llegaban sino retorcidos esbozos
de desastres goyescos.

Alguien se equivocaba.